Hollywood no se mueve a la velocidad de la cultura.
Así lo resumió Max Reisinger, fundador de Creator Camp y una de las voces jóvenes más emocionantes del nuevo movimiento liderado por creadores. Y tiene razón.
Siempre existirá la demanda para Oppenheimer o Barbie, siempre habrá series como Stranger Things o Wednesday que necesitan tiempo, escala y músculo institucional para existir.
Hollywood, en las circunstancias adecuadas, todavía puede crear cultura, pero cada vez es más raro y complicado lograrlo. La mayor parte de la cultura ahora se mueve a la velocidad del Wi-Fi, y proviene de los creadores, no de los estudios.
La próxima gran disrupción ya viene en camino: comedias de nicho, dramas independientes, películas de terror de bajo presupuesto. Ahí es donde los creadores van a pegar muy fuerte. Y pronto. (Y cuando digo pronto, me refiero a que ya está pasando).
La Lógica de la Economía de Creadores: Lanzar Primero, Descifrar Después
Al empezar a construir nuevos modelos que fusionan nuestra experiencia en cine y televisión con el mundo de creadores, he tenido que dejar atrás muchos de mis instintos antiguos. Una conversación en particular—como casi todas las buenas lecciones—llegó envuelta en una crítica. Fue con una amiga, experta en estrategia y construcción de marcas, que hoy vive inmersa en el mundo de los creadores.
Le conté que habíamos encontrado un espacio de oportunidad, una frontera entre la narrativa tradicional y el contenido en línea, y que quería levantar capital para empezar.
Se rió: “Eres tan Hollywood.”
Me dolió. Pero seguí.
Me explicó: “Así no es como lo hacen los creadores. Empiezan con una idea. La hacen realidad. Y esperan a que atraiga una audiencia. Si funciona, esa audiencia se convierte en comunidad. Y luego construyen a partir de ahí.”
En otras palabras, no parten de la infraestructura, si no de la intuición.
Estudio de Caso: Creator Camp y el Poder del Ingenio
Esa lógica cobró vida cuando leí sobre Creator Camp—un festival de cine de dos días, centrado en creadores, lanzado en Austin por Max Reisinger, Simon Kim y Chris Duncan con un presupuesto de solo $200,000 pero con mucha convicción.
Sin capital. Sin alianzas con estudios. Se autofinanciaron, recurrieron al crowdsourcing, construyeron confianza en línea y simplemente lo lanzaron. Inaugurando en el Paramount Theatre, el evento vendió más de 1,100 boletos, estrenó 10 películas (hechas en tan sólo tres meses) y ofreció algo más auténtico que lo que hemos visto en los medios tradicionales por años.
¿Su historia de origen?
Hace unos años, hartos del contenido sobreproducido en redes sociales, se refugiaron en los bosques de Montana para ver cómo podían replantear la narrativa. De ese momento surgió #YouTubeNewWave—una filosofía de cine desenfrenado y honesto que conecta con audiencias en tiempo real. Desde entonces han organizado encuentros por todo el mundo y, en el otoño de 2024, lanzaron Camp Studios para convertir esa filosofía en una plataforma tangible de cine dirigido por creadores.
Desde aquel retiro, Creator Camp ha evolucionado hasta convertirse en un ecosistema completo. Han organizado retiros y eventos en Colorado, Utah, Nueva York, Francia y Suiza—espacios para desconectar, colaborar y reconectarse con la esencia de la narrativa visual.
Se han asociado con marcas como Coca-Cola y Spotify, han colaborado con oficinas de turismo para apoyar proyectos, y han usado plataformas como Discord para construir comunidad. Al centro de todo, la iniciativa trata de sobresaltar a las compañías tradicionales y diseñar un nuevo modelo económico para el cine independiente: uno impulsado por la conexión, no por la convención.
Pero lo que los distingue no es solo su ejecución ingeniosa, sino la intención de alentar el verdadero oficio. La misión de Creator Camp es tanto educativa como disruptiva: enseñar los fundamentos del cine, fomentar el “craft” y elevar los estándares creativos. No se trata solo de darles acceso a los creadores; se trata de ayudarlos a subir de nivel. Como dijo Max en Colin & Samir: “Si vamos a construir algo duradero, tenemos que preocuparnos por la obra. No solo por el número de vistas, sino por la artesanía.”
Y, de manera crucial, creen que los cines aún importan.
El Cálculo de la Taquilla—Y Por Qué Podría Funcionar
En la misma entrevista con Colin & Samir, Max propuso que si un director ganara siquiera $250K dólares con el estreno de una película de $100K, eso ya sería un gran éxito.
Hagamos cuentas:
Supongamos que la película cuesta $100K en producir. Súmale otros $100K para dejarla lista para cines—desde mezcla de sonido Dolby Atmos hasta DCP, una campaña de marketing modesta pero seria y quizá un equipo que maneje publicidad digital segmentada. Súmale otros $300K.
Si tus ingresos de taquilla tienen que ser el 50% para recuperar costos, necesitas $1 millón de taquilla. Con un boleto promedio de $10, eso equivale a 100,000 boletos vendidos.
Ahora duplícalo:
200,000 boletos.
Eso son $2,000,000. Y $500K de ganancias.
¿Mitad para el cineasta? Suena justo. Asunto arreglado.
Pero aquí va la pregunta más interesante: si puedes, en teoría, obtener millones de vistas en YouTube, ¿podrías convertir tan solo el 5% de esas personas para ir al cine a ver tu película? Para la película adecuada, parece más que razonable. Este modelo tiene mucho más sentido que el sistema actual. Especialmente si produces esas pequeñas películas con alcance al estilo de Roger Corman.
Slacker—uno de los grandes hits independientes de los 90—recaudó alrededor de $1.2 millones de dólares en taquilla. Ajustado por inflación: $2.86 millones. En su momento fue modesto, pero como quiera un éxito. Lanzó la carrera de Richard Linklater.
Y así hay millones de ejemplos: una audiencia que quería su propio cine, un cineasta que se dirigió a ella y un método de distribución que la alcanzó.
La Lección de los Medios Tradicionales: No Adaptes lo Antiguo—Reaprende
Para quienes crecimos dentro de los muros de los medios tradicionales, esto es profundamente incómodo. Los nuevos modelos no siguen nuestras reglas. Los creadores no esperan a pedir permiso. No planifican cada paso. Plantan semillas y ven qué crece.
Eso no significa que nuestro conocimiento sea inútil. Significa que necesita traducción.
La oportunidad para empresas como la mía no es perseguir el próximo momento viral ni engancharnos a la cultura de creadores. Es escuchar, aprender y construir junto a esta nueva corriente—no por encima de ella.
Ya Hemos Estado Aquí Antes—Más o Menos
La disrupción no es nueva. La French New Wave revolucionó el cine europeo. El movimiento de auteurs de los 70s rompió el sistema de estudios. Los 90s nos dieron a Quentin Tarantino, Kevin Smith y Robert Rodriguez (quien básicamente inventó el cine de creadores mucho antes de que se llamara así).
Incluso hubo un momento menos conocido pero visionario a principios de los 2000 cuando Ira Deutchman lanzó Emerging Pictures, conectando proyectores digitales en museos y universidades para crear una red teatral alternativa. Fue uno de los primeros intentos de replantear la distribución teatral para un mundo descentralizado y digital, silenciosamente radical y posiblemente un modelo para lo que venía.
O pensemos en Jason Blum, que casi no logró distribuir “Paranormal Activity”—nadie creía que una película tan barata (incluso más barata que las de Creator Camp) pudiera funcionar. Así que la promocionó de otra manera: mostrando al público gritando en tráilers estilo visión nocturna. Permitió que los fans pidieran proyecciones en sus ciudades. Vio claramente lo que pedía la cultura antes de que tuviera nombre.
Lo que cambia ahora es la escala. Las herramientas son más baratas. La distribución es instantánea. Y la audiencia ya está reunida, esperando a que algo los conmueva.
Los Creadores Vienen Desde Abajo
He aquí la disrupción, claramente: los creadores no están tratando de hacer “Oppenheimer”. Están intentando hacer ese tipo de películas independientes y más pequeñas que Hollywood ha abandonado—comedias, dramas y piezas de género de bajo presupuesto que antes llenaban los márgenes de la experiencia cinematográfica.
Y si pueden hacerlo a una fracción del costo, promocionarlo con más fluidez y volver a atraer a las personas a experiencias en comunidad, pues eso no es solo un nicho. Es un nuevo comienzo.
Pensemos en el gráfico de disrupción de Doug Shapiro. Siempre empieza en el margen y luego se mueve hacia adentro.
Ahora apliquemoslo al cine. Primero las películas independientes de bajo presupuesto. Luego los de presupuesto medio. Eventualmente, incluso los blockbusters se redefinirán.
Cómo Entra la Industria Tradicional en Todo Esto
¿Entonces, cómo encajan los medios tradicionales en esta nueva etapa?
Primero que nada, hay un nuevo grupo de cineastas emergentes. Y dado que los costos de producción son más bajos que antes, hay artistas jóvenes que antes no podían entrar al modelo independiente de “menos de $5 millones”, y sigue siendo un lugar difícil de penetrar. Esto está abriendo una puerta.
Ahora, cuando un cineasta pase de hacer una película de $100K de dólares a una de $20 millones—si ese es el rumbo que desea—necesitará infraestructura. Necesitará la experiencia y los sistemas que aportan los productores y estudios tradicionales. (Suponiendo que no elijan seguir haciendo películas de la nueva manera, usando sus propias ganancias para crear más, como hacen en YouTube).
En segundo lugar, productores ingeniosos pueden construir incubadoras usando el mismo esquema. Jason Blum podría hacerlo con el género de terror. Chad Stahelski con la acción. Hello Sunshine con historias centradas en mujeres.
El modelo es flexible; el reto es llevarlo a mayor escala.
Pensemos de nuevo en Blum. Produce de 8 a 10 películas al año, no todas en cines. Pero ¿y si hiciera 24 o 48 o 96? ¿Y una docena fueran a cines? ¿Y dos se convirtieran en el próximo Paranormal Activity?
Hay precedentes. AwesomenessTV y otros han probado versiones similares. Pero la cultura no estaba lista entonces como parece estarlo ahora. El apetito de la gente ha cambiado hacia algo más libre, más directo y potenciado por comunidad.
La pregunta es: ¿seguirán apoyando las audiencias este movimiento si estuviera respaldado por Hollywood?
El Fin—¿O Solo el Comienzo?
No sabemos todavía si esto es un movimiento, pero las señales nos guían para allá.
Entre más investigo, más creo que no estamos yendo hacia una sola disrupción, sino varias. Vivimos en un mundo de noticias escandalosas, donde cada una anuncia el próximo modelo que lo cambiará todo. Pero la verdad es que la disrupción ocurre en todas partes a la vez. Y no habrá un único modelo ganador.
Creator Camp nos ha mostrado un posible camino nuevo. Y habrá muchos más.
Pero escuchar a Max en el podcast de Colin & Samir me recordó la emoción de hacer películas recién salido de mi maestría en cine. La primera que hice costó $200K dólares y éramos quince personas en el equipo.
La segunda la rodamos en Nueva York, México y California—básicamente sin permisos (aunque éramos SAG), robando tomas en el metro, en Chinatown y con un equipo de cinco en la frontera, donde literalmente tuvimos que correr por nuestras vidas cuando los contrabandistas se inquietaron.
Ganamos el Gran Premio del Jurado en Sundance. Luego luchamos por obtener distribución. No pudimos recuperar costos. Ni siquiera cobramos nuestros honorarios de producción.
Y, sin embargo, fue tan divertido. Tan anti-establecimiento. Tan emocionante. Fueron algunas de mis experiencias favoritas “en la industria”. Aunque nos creíamos rebeldes, seguíamos jugando en el mismo terreno que todos los demás—y era muy restrictivo.
Estos muchachos operan con ese mismo espíritu joven e impredecible. Y quizá están construyendo su propio espacio. Si se mantienen enfocados en la calidad y el oficio, y le dan todo lo que tienen, ese impulso los llevará lejos. Y puede que nos recuerde a algunos de nosotros, los de la vieja guardia, la razón por la cual le entramos a esto en primer lugar.
He estado diciendo ya desde hace tiempo que el próximo Sean Baker—el guionista/director de “Anora”—surgirá del espacio de creadores. Alguien haciendo cortometrajes artesanales, encontrando su audiencia no mediante distribuidores o festivales, sino poniendo arte honesto en YouTube y Patreon y dejando que el mundo lo descubra.
Y quizá no sean solo películas. Imaginen lo que un Sean Baker podría hacer con un podcast—algo como Shittown, que empieza como “true crime” y se transforma en una meditación profunda sobre el arte y la humanidad. O funciones itinerantes. O productos que no parezcan productos, sino símbolos emocionales de comunidad. Hasta una disquera curada por nuestro cineasta, que dirige los videos musicales y los entrelaza con sus bandas sonoras—y las lleva a conciertos en vivo y giras.
Será todo un universo. De arte. De historia. De conexión directa. Y si construyen esa comunidad—y la monetizan de manera inteligente y auténtica—se convierte en un ecosistema. Uno que sostiene al artista. Uno que nuestros predecesores de cine independiente nunca tuvieron.
Patreon está preparando el camino. Creator Camp es parte de este movimiento.
Un círculo virtuoso que alimenta a la audiencia. Así el artista no necesita una gran masa de gente para sobrevivir, si no una comunidad leal que mantenga ese círculo girando.